¿Cesárea programada o parto natural Natural? Una mamá con ambas experiencias te cuenta sus historias
A decir verdad, a partir de mi experiencia con ambos partos creo que aunque se hagan todos los planes y las preparaciones pertinentes, siempre pasa lo que tienen que pasar. No hay manera de planear un nacimiento, pero tomar una decisión y prever de algún modo, nos ayuda a poner nuestra energía en nuestro plan y a disminuir la ansiedad que cualquier parto conlleva. Lo cual en mi perspectiva, ayuda a que todo fluya mejor y nos quita presión a todos los involucrados, mamá, papá, bebé, matrona, y demás.
Cesárea: La lucha contra el miedo
Cuando supe que estaba embarazada de Alix, se me cayó el mundo encima, sabía que la vida iba a cambiarme por completo, estaba inundada de dudas y tenía un montón de sentimientos negativos, sobre todo con respecto a lo que iban a pensar los demás.
En fin, la sociedad, pero sobre todo nuestras propias creencias, nos imprimen miedos e inseguridades con los que vamos a lidiar toda nuestra vida si no aprendemos a liberarnos. Como era de esperarse, mi embarazo fue complicado, amenaza de aborto durante el primer trimestre por motivos varios, que ni los doctores mismos sabían explicar.
Con relación a los embarazos y a dar vida, nadie sabe nada, todo son suposiciones. Tal vez el feto podía estar enfermo, tal vez yo padecía una enfermedad congénita que provocaba que mi útero fuera incapaz de mantener un embarazo. Problemas de comunicación y malentendidos con mi familia y pareja, y finalmente, cuando todo fue mejor, la separación de mis amigos, familiares y todo lo conocido para llegar a vivir a otro país.
Creo firmemente que aunque todo tenía que ser así, no hubo nada de natural en el proceso de este embarazo, y Alix aunque libró todos sus obstáculos, nunca quiso ponerse en posición para nacer de manera natural. No importando cuanto yo se lo pidiera, cuanto gateara por toda la casa, ni cuanto tiempo pasara de cabeza; tampoco los intentos de los doctores para voltearla en el hospital.
Después del segundo intento fallido para hacerla dar vuelta en el hospital, se decidió que nacería en una cesárea “programada”. Entre comillas, porque al final Alix rompió la fuente tres días después de que nos dieron fecha de hospitalización, para terminar naciendo en una cesárea de emergencia a las 38 semanas y un día, justo al límite para no tener que ser tratada como prematura, al límite como ella en muchos momentos durante todo el embarazo.
Lo recuerdo todo como si fuera ayer mismo, que nervios y que emoción, por fin, la bebé más querida del mundo, de mi mundo, del de su papá y nuestras familias, la que revolucionó la vida de tantos, la que nos costó tanto, iba a salir a que la conociéramos. Como era de esperarse no dormí nada esa noche, los doctores llegaron a primera hora de la mañana a prepararme para cirugía. Todo tipo de pensamientos pasaban por mi cabeza, pero en general estaba nerviosa y feliz.
La epidural no duele, pero se siente como un pequeño choque eléctrico y da una tremendas ganas de vomitar minutos después, aunque los más probable es que hayan sido mis nervios. Con la ayuda de las enfermeras, poco a poco comienzas a relajarte. Los quirófanos son fríos, así me lo parecen, no solo en temperatura, sino en colores y formas, pero la calidez de algunas personas lo aminora un poco. La presencia del que estaba por convertirse junto conmigo en papá también.
A decir verdad no se siente nada cuando hacen los cortes, solo algunos movimientos cuando sacan al bebé, que en el caso de Alix fueron muchos, porque le quedó atorada la cabeza y tuvieron que intentar distintas posiciones y jalar fuerte desde cada una hasta lograr sacarla. Pero en general, no se siente nada y no se ve nada, a menos que los doctores decidan mostrarte, de lo contrario te enteras de que tu bebé ha nacido hasta que lo escuchas llorar y te dan la hora. Desde que entré al quirófano y me dejaron ver a la bebé para darle la bienvenida después de limpiarla y cortar el cordón umbilical, habrá pasado máximo una hora.
Cuando terminaron de suturarme, fuí llevada a otra sala en la que me suministraron medicina para el dolor y me tuvieron en observación aproximadamente otra hora. Después me llevaron a la habitación en la que pasaría la noche, poco después llegó Alix. Estábamos todos muy felices, el ambiente era casi como si conejos blancos saltaran por todo el cuarto de hospital, hasta que pasó el efecto de la anestesia y empecé a sentirme realmente mal, no solo por el dolor, sino por la sensación de separatividad de mis piernas con el resto del cuerpo, qué sensación tan desesperante, no sentir las piernas ni poder moverlas durante horas.
Amamantar fue complicado, cuando te practican cesárea, tu cuerpo no sabe del todo si ya nació el bebé, sobre todo en casos como el mío, porque no entré en labor de parto. Entonces la leche no se produce y no baja, hasta que el bebé succiona lo suficiente. Para esto en mi caso pasaron alrededor de tres días, para que Alix pudiera beneficiarse con la leche materna de manera parcial, durante este periodo tuvimos que ayudarnos un poco con leche de fórmula para que no siguiera perdiendo peso. Pero después de un par de semanas y mucho dolor, finalmente logramos tener tomas completas. Amamantar duele, hasta que no puede doler más y todo empieza a mejorar.
Para mi personalmente, el dolor de los pechos y la espalda acostumbrándose al nuevo peso, la tirantez de la herida y la sensación de que pudiera abrirse en cualquier momento, durante los 30 días que aproximadamente tarda la recuperación de esta cirugía mayor, se compensa en proporción con el dolor del trabajo de parto.
Parto natural: La lucha contra el dolor
El embarazo de Miguel fue muy distinto, ya estaba muy acostumbrada a ser mamá, Alix me enseñó, y aunque era pesado cuidar de ella estando embarazada, sobre todo en los últimos meses, el embarazo en general fue mucho más fácil y todo fluyó con mucha más naturalidad.
Me tenía muy nerviosa el nacimiento, siempre quise que fuera parto natural, sobre todo por Alix, porque sabía que no iba a poder cargarla en mucho tiempo si se me practicaba una cesárea. Estaba decidida, independientemente de los riesgos que implica tener un parto natural después de tan poco tiempo de haber tenido una cesárea, 14 meses de diferencia. Ésta además, iba a ser mi primera vez dando a luz de manera natural, como si fuera mamá primeriza.
Miguel estuvo en posición un par de meses antes de nacer, y semanas previas a su nacimiento, una mañana, casi cuando estaba por despertar, alguien susurró a mi oído como en un sueño una fecha; día y mes, e instantáneamente supe que ese día nacería. Y así fue, el 7 de noviembre como me dijeron, a las 2.22 vi el reloj por primera vez después de haber sentido las primeras contracciones, mi trabajo de parto empezo a esa hora y el dolor no fue mucho, hasta muchas horas después, cuando decidí llamar al hospital para que prepararan mi admisión, aproximadamente al mediodía.
Si alguien me pidiera describir el dolor, diría como muchas mujeres, que las contracciones duelen como un cólico, pero agregaría que es un cólico multiplicado por diez y conforme pasan las horas por once, por doce y así sucesivamente. Cinco horas después de que me admitieron en el hospital, cuando ya estaba por el nivel quince, pedí a gritos un sedante, porque pensaba no poder más, dos horas después nació Miguel, tras una lucha tremenda mía conmigo misma, con mi mente y con mi cuerpo, y una evidente lucha de él para salir.
Después entendí que es completamente inútil luchar contra el dolor, pienso que sufrí mucho por horas por desear que no me doliera, cuando en realidad tenía que aceptar el dolor, el proceso y fluir. Durante la recta final, cuando la dilatación es completa y llega el momento de pujar, no queda de otra más que enfocar la energía en lo que está pasando y conectarse mentalmente con el bebé, sentirlo e imaginarlo empujando para salir, vivir el momento y seguir a pesar del cansancio; en ese instante, no hay dolor, no se siente nada, solo unas ganas tremendas de luchar y seguir, de hacer equipo con tu bebé, con las matronas, con tu pareja o con quien quiera que asista el parto.
Las matronas me decían que una vez preparado el cuerpo para pujar podían pasar varias horas antes de que naciera el bebé, pero en mi caso fue menos de una hora, incluida la expulsión de la placenta, que salió al primer intento. Estaban realmente sorprendidas. Estoy convencida de que pasó así porque logré poner toda mi energía y mis pensamientos en ello, porque en lugar de oponer resistencia, abracé al dolor que me estaba debilitando para que me hiciera más fuerte. En ese momento me imaginé a todos los mamíferos del mundo que con tanta abnegación paren a sus crías, y a mí como uno de ellos.
Miguel nació casi como de golpe y enseguida lo pusieron a descansar sobre mi pecho para que le diera la bienvenida al mundo. La recuperación fue muy rápida, a unos cuantos días después de haber dado a luz, podía hacer de todo, incluído pasar tiempo de calidad con Alix, tratándola como si nada hubiera cambiado, independientemente de que tuviera que darle atención a otro pequeño más. Amamantar fluyó de manera mucho más natural y fue un proceso más fácil tanto para Miguel, como para mí. Incluso la relación madre-hijo ha fluido con mucha más naturalidad en este caso, pues mi mente, cuerpo y toda mi memoria celular se enteraron de que di a luz, de que fui mamá y se programaron para el nuevo estado.
El papel de las emociones
En cualquier tipo de parto hay distintas emociones involucradas, no solo las esperadas como el miedo al dolor, la incertidumbre, el nerviosismo y la emoción. También todas las que se generaron durante el embarazo; de amor, cariño, gratitud, y aquellas relacionadas a problemas familiares o alguna situación personal en particular, como culpas, tristezas o temores extremos.
El parto representa el final de un proceso muy importante, y es un acto con mucho significado. Incluso hay quienes dicen que el tipo de parto, tiene que ver con la manera que tendrá el bebé de afrontar la vida.
En mi experiencia, diría que la manera en que dejé que fluyeran mis embarazos, está relacionada con el tipo de parto que tuve. El control de las emociones, independientemente de las situaciones que vivimos, es fundamental para el bienestar de la madre y el bebé, y entre más nos dejemos fluir, mejor curso tomarán las cosas en todos los sentidos.
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